La biografía de Jorge Kalfopulos Katzaki es un relato conmovedor y detallado de la vida de un hombre notable, desde su nacimiento hasta su trágico final. Aquí se presenta un resumen de su vida: Primeros Años y Educación: Jorge Kalfopulos Katzaki nació el 2 de noviembre de 1942 en Ciudad de México, hijo de inmigrantes griegos Xristos Kalfopulos y Margarita Katzaki. Creció con sus hermanos menores, Athanacio y Eugenia. Fue bautizado y confirmado en la fe ortodoxa griega. Su familia se mudó a Puebla en 1950, donde Jorge realizó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Benavente, destacando académicamente y participando activamente en actividades extracurriculares. Desarrollo Espiritual y Académico: Durante su educación, Jorge abrazó la fe católica y mostró un interés profundo en las ciencias químicas, influenciado por su profesor en el colegio. En 1959, ingresó a la Universidad Iberoamericana en la Ciudad de México para estudiar Química. Durante su tiempo en la universidad, vivió en el Centro Cultural y Deportivo Vanguardias, pero fue expulsado por una travesura juvenil. Posteriormente, se mudó a una casa de asistencia en la ciudad. Carrera Profesional y Vida Familiar: Después de graduarse como químico en 1962 y como ingeniero químico en 1968, Jorge trabajó en Vidriera México, S.A. Conoció a Ma. Amparo Cuellar Aguilar, con quien se casó en 1969. La pareja se trasladó a Guadalajara en 1970, donde Jorge continuó su carrera y su compromiso con la fe católica, cultivando una relación cercana con Monseñor Francisco Javier Nuño. Compromiso Cívico y Apostólico: Jorge se dedicó al restablecimiento de valores cristianos en México, participando en actividades estudiantiles y profesionales. Su devoción lo llevó a trabajar de cerca con Monseñor Nuño, ayudando a administrar propiedades para la diócesis y participando en obras apostólicas y educativas. Defendió las tradiciones y costumbres católicas, destacando por su alegría, honestidad y capacidad de solucionar problemas eficazmente. Trágico Final: En un giro inesperado y trágico, Jorge y su hijo Cristo fueron asesinados el 8 de mayo de 1981. Su muerte conmocionó a la sociedad y la Iglesia de Guadalajara, y nunca se resolvió el caso. Su legado se recuerda como el de un hombre de paz y compromiso con su fe y la sociedad. La vida de Jorge Kalfopulos Katzaki es un ejemplo de devoción, integridad y compromiso cívico, superando desafíos y dedicando su vida a los principios en los que creía firmemente. En la sección "Biblioteca" de esta plataforma se puede descargar la Biografía completa de Jorge Kalfopulos Katzaki.
San Juan de los Lagos, mayo 18 de 1981. Eminencia Reverendísima. Cardenal Ernesto Corripio Ahumada. El gravísimo atentado contra la augusta persona de Su Santidad Juan Pablo II, es una prueba muy clara de la existencia en el mundo del misterio de la iniquidad de que habla San Pablo, y es una demostración de la maldad de los enemigos de la Iglesia con que tratan de eliminar a quienes estorban sus planes perversos. Este triste acontecimiento nos une a todos en la fidelidad a la Iglesia, en el celo por trabajar con empeño en la edificación del Reino de Dios. Luego quiero comunicar fraternalmente a V.E.R., una noticia que ha llenado de pena a muchos buenos católicos. El día 8 de este mesen forma artera, en la puerta de su casa, fue asesinado el Ing. Jorge Kalfópulos, ejemplar dirigente cristiano, apóstol incansable por el reinado de Cristo en la tierra y hombre de plena confianza, que prestaba grandes servicios a esta diócesis de San Juan de los Lagos. El Ing. Kalfópulos era hombre de paz, que con nadie tenía dificultades, por lo que, las circunstancias de su muerte hacen pensar en que lo que motivó el crimen que lo privó de la vida, fue su actitud definida como cristiano y como dirigente de trabajos apostólicos. Por eso, quienes lo conocimos juzgamos que entregó a Dios su vida, en compañía de su pequeño hijo de 9 años, como testimonio de su amor a Dios y a la Iglesia, en esta tierra evangelizada por la Virgen Santísima de Guadalupe. En lo humano, todos los que lo conocimos en la ciudad de Guadalajara y en San Juan de los Lagods, experimentamos grande pena, por esta separación temporal de él, y por su viuda y su pequeña hija. La señora ha dado muestras de entereza ejemplar, seguramente por la confianza en que Jorge gozara de la vida eterna destinada a los que mueren en el Señor. En la misa de cuerpo presente que celebré he visto cómo se fortificaba la fe en los numerosos asistentes, así como también la paz que bfrota de conocer la vida ejemplar que llevó, y al sentir que muchos cristianos en México, bajo la protección de Nuestra Señora, se entregarán valientemente a trabajar en la extensión del Reino de Dios. Ruego a V.E.R. que encomiende a Dios el alma de este hombre ejemplar, y le confirmo mi especial consideración. Francisco Javier Nuño Admin. Apco. De San Juan de los Lagos.
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Fragmentos del libro de Jorge - Jesús nos comparte su vivencia
Fragmentos del libro de Jorge - Jesús nos comparte hoy su vivencia: Jorge: Liderazgo que enseñaba con el ejemplo. Conocí a Jorge a la edad de 16 años y siempre me llamó la atención su forma de trato directo, amable y alegre. Jorge era un jefe formador, quien dedicó la etapa de su vida en Guadalajara, a capacitar, entrenar y dirigir a muchos jóvenes que colaboramos con él y que cuidadosamente fue seleccionando y decantando con el paso de los años. Su estilo de formación lo aplicaba a través de la relación personal, de confianza y escucha. Si bien se tenían regularmente juntas semanales en donde preparaba cuidadosamente los temas de formación, los momentos más importantes sucedían en la entrevista personal. Jorge preguntaba siempre y a cada uno, cómo estaba el entrevistado y su familia, los estudios y el trabajo, para luego entrar en temas puntuales de acuerdos o instrucciones sobre actividades. Jorge formaba con el ejemplo, era el primero en hacer las cosas, ya sea levantarse temprano los domingos para hacer ejercicio, rezar, llenar un reporte o ponerse al frente en una manifestación. Siempre era puntual. Jorge destacó por ser visionario, proponer desafíos inimaginables, sobre todo para el grupo de jóvenes que colaborábamos con él, tener claridad sobre la estrategia para la fundación (del Reinado de Cristo) y comunicarla en forma precisa y valiente, con gran confianza en la Divina Providencia y en la Virgen de Guadalupe. Una de sus grandes cualidades fue comunicar fe en la misión y confianza en que podríamos lograr el objetivo, siempre que lo planeáramos bien y ejecutáramos mejor; era estricto y cuidadoso de los detalles. En ocasiones, las acciones se programaban segundo a segundo. Nunca trasmitió miedo o desconfianza, incluso en los momentos más difíciles y aciagos, por lo contrario, contagiaba mucha calma. Jorge escribía sus conclusiones de una acción en una libreta, propiciaba que cada quien escribiera sus comisiones, con el fin de poder darle seguimiento a lo que se hacía en cada junta puntualmente. El estilo de liderazgo de Jorge era muy personalizado, variando incluso en cada situación dependiendo del contexto: Directivo en los momentos difíciles, participativo en las etapas de creatividad, pedagógico con ejemplos y vivencias, pero sobre todo llegaba al corazón ya que sabías que en cada cosa que te decía, tenía rectitud de intención, claridad de visión, amor por la verdad, así como ejercer su vocación de servicio a través del liderazgo formador. Jorge era jefe, amigo y maestro y creo que en ese orden. Tocó el alma de cada uno de aquellos a los que contagió el ideal de la Rectoría de Dios en el Mundo así como de luchar por el Bien Común en nuestra Patria.
Fragmentos del libro de Jorge - Testimonio de Héctor
Testimonio de Héctor: Conocí a Jorge a principios de 1971. Desde el inicio me impresionó su personalidad, capacidad y claridad para hablar, su capacidad para contagiarte de ideales y propósitos de altura, sin duda, después de mis padres, es la persona que más ha influido en mi formación, de forma que mi testimonio, seguramente estará sesgado por el cariño, sólo busco presentar algunas facetas de él. La puntualidad era el principio, no llegaba nunca tarde a ninguna reunión ni compromiso y exigía lo mismo, no había excusa que valiera. Su experiencia en las luchas universitarias le había enseñado que la puntualidad es llegar a la hora exacta ni antes ni después, los domingos nos citaba a las 6:58 AM, nos subíamos a su carro y en cualquier baldío grande hacíamos ejercicio, nos llevaba hasta el límite y más aún, el sufría de una lesión en la rodilla, pero no se quejaba. De esos entrenamientos todos aprendimos que éramos capaces de hacer mucho más de lo que pensábamos. Era muy enérgico y exigente, si asumías un compromiso debías tener los resultados, las intenciones no cuentan, en el regaño sólo se refería a la falta, nunca descalificaba la persona, y siempre terminaba con algo positivo. Así como era exigente así festejaba las buenas ideas que alguno tenía, era muy cálido y efusivo para felicitar por algún logro, lo hacía en la reunión, y lo volvía a recordar. Siempre te daba confianza. Cada uno teníamos que hacer nuestro plan de lecturas, y semanalmente revisaba, cuando había el compromiso de terminar la lectura de un libro, entregábamos un resumen, luego en una cita personal comentaba tu resumen, te resaltaba como gran logro algunas cosas, y te llevaba a que tu sacaras las conclusiones. Tenía una especial repulsa a la mentira, no se si era parte de su formación familiar, de su origen griego o de su propia disciplina. En el colegio, organizamos una campaña de asistencia a comulgar, entre otras cosas pegábamos cartulinas invitando, al detallar el plan en la junta nos preguntó que cuando las pegaríamos, no se si Pancho o yo, le dijimos que el sábado en la mañana, pero los sábados jugábamos futbol, así que acordamos llegar antes de la entrada el lunes y pegarlas. En la junta nos preguntó si habíamos pegado el sábado las cartulinas, ambos le dijimos que sí, dejó que tomáramos cuerda y luego reaccionó, había ido al colegio el sábado en la tarde a revisar y no estaban, la reprimenda fue muy dura, no entendíamos, si las cartulinas estaban y había funcionado, hasta la siguiente junta supimos, el problema es la mentira. No recuerdo haber faltado a una junta por años, no sólo era la revisión de planes, el ajuste, sino la formación, la presentación que hacía magistralmente de los temas nacionales, y el ir construyendo la visión de a dónde queríamos llegar. Jorge tenía un fuerte sentido de lealtad hacia las personas, buscaba amistades no relaciones, recibía a cambio la misma lealtad, en su vida en Guadalajara sostuvo hasta su muerte de manera estable amistad y cercanía con varias personas. En la mitad de 1971 entro a trabajar como gerente de Acumuladores Monterrey Chloride, S. A., de C. V., la encargada del área administrativa y contable la Sra. Lilia Aguirre de Corona, Jorge le dio toda la confianza, la empoderó le dio el control de la oficina. A mediados de 1976 Jorge pasó a ser el representante de Primex Lugaton, entonces la Sra. Lilia se fue a trabajar con él, siendo la persona de mayor confianza, en ella descansaron todos los controles, la contabilidad y el manejo del dinero, la apoya para que termine su carrera que la saca con mucho éxito y se convierte en una maestra exitosa de finanzas. Cuando Jorge se asocia con el Ing. Jorge Ramos y fundan su propia empresa en 1980, le piden a la Sra. Lilia que se haga cargo del área administrativa. Jorge sabía dar confianza a la gente que trabajaba con él y los motivaba a superarse. Estuvo en el Funeral de Jorge con su esposo manifestando su profundo dolor por la muerte de Jorge con el que trabajó casi 10 años. Además de haber sido la administradora de Inmobiliaria Monserrat. Lo mismo puede decirse de Flor, después de que nació Cristo en 1971, cuando se estabilizó su situación económica, se cambiaron Jorge y Amparo a una Casa en la calle Atmósfera entonces contrataron a Flor, ella pasó a formar parte de la familia, salía con ellos a vacaciones, iba a los restaurantes cuando la familia salía a comer y gozaba de toda la confianza, después de la muerte de Jorge, se fue con Amparo y Amparito algunos años a Puebla. Días después de la muerte de Jorge, Amparo consideró prudente mandar a su hija a la casa de los papás de Flor, en una pequeña comunidad en una casa rural, la vida campirana, de caballos y tareas ayudaron a Amparito en esos trágicos momentos. En la casa de Atmósfera, hizo amistades que conservó hasta su muerte entre ellos Mike y Susy, que iniciarían un Restaurant muy exitoso y que aún existe “La trattoria” por Av. Niños Héroes, luego formarían parte del grupo de baraja, Jorge y Amparo se convirtieron en clientes frecuentes de la Trattoria, recibían los intentos de obsequios de Mike y siempre encontraba la forma de pagar la cuenta entera. Lo mismo sucedió con el Sr. Toscano y su esposa, a quien conoció en la adoración nocturna, pasaron a formar allá por el 79 parte del grupo de baraja, y mantuvieron su amistad y cercanía hasta su muerte. Parte de su método didáctico era sacar provecho al lenguaje, cuando pagaba la cuenta de la cena en un viaje y le dabas las gracias, te respondía “A Dios hay que darlas”, para muchos términos sacaba por delante sus definiciones, por ejemplo decía que había que ser tenaces, no tercos, porque tenacidad es la fijeza en los objetivos y terquedad es la fijeza en los medios. Finalmente, un tema crucial, Jorge le pedía a Dios el martirio, en octubre de 1975, tuvimos una reunión del planeación y nuevas definiciones después de los sucesos del secuestro de compañeros en la Autónoma, entonces nos comentó que de ese momento en adelante su santo patrono sería San Esteban, el protomártir, e insistía con ese estilo propio que tenía: ¡Pro-to-mártir! era cuidadoso y precavido, cambiaba de rutas y estaba atento, porque “Dios no les da el martirio a los tarugos”, se preparó, lo pidió y Dios NS se lo concedió.
Fragmentos del libro de Jorge - Testimonio de Miguel
Testimonio de Miguel: Conocí a Jorge con una amistad tan larga y profunda que si se hubiese metido en algo inconveniente lo hubiera sabido o notado. Por el contrario, en los últimos años con la frecuencia de una junta quincenal y visitas amistosas sin programa alguno, puedo testimoniar que Jorge se preocupaba y ocupaba por Dios, Patria y Familia, como estaba escrito en el frontispicio del auditorio de la escuela en que estudiamos y como pedía en su oración. Testimonió con su vida de treinta y ocho años una decisión de su primera juventud, que como todas las que se toman a esa edad nacen llenas de entusiasmo, pero la que tomó de trabajar por la rectoría de Dios, requiere una vida para confirmarla diariamente. En un principio atizaban la forja la oposición de sus padres a sus actividades cívico-políticas, luego la salud frágil de esposa e hijo, además, la lucha es ardua, el que se opone al mal recibe respuestas desconsideradas e innobles, sin embargo, Jorge supo conservar el fresco entusiasmo de los inicios hasta el fin de su vida, 19 años de una fructífera militancia. La dedicatoria de este trabajo abre a Cristo Rey y María Reina, Jorge trabajó por ellos y estar a su servicio le dio sentido a su vida y a su muerte. La siguiente dedicatoria es a su hija Amparo a quien solemos llamar "Amparito", dado que su mamá era para nosotros Amparo. “A Amparito con nuestro cariño”. A lo largo de este trabajo nos hemos comunicado con ella en la medida de lo posible, para tenerla al tanto del avance, para verificar fechas y sobre todo para estar en contacto.
“Mis historias sobre papá”
Fragmentos del libro de Jorge. “A Amparito con nuestro cariño”. A lo largo de este trabajo nos hemos comunicado con ella en la medida de lo posible, para tenerla al tanto del avance, para verificar fechas y sobre todo para estar en contacto. Conoce el borrador y con una generosa actitud nos regaló una nota que sale de su corazón, la llamó “Mis historias sobre papá”. Seguramente han hecho la cuenta, Amparito tenía 8 años a la muerte de Jorge, aquí sigue: “Mis historias sobre papá”: Para muchos, Jorge Kalfópulos Katzaki era un empresario exitoso, un gran amigo, un católico excepcional o un gran jefe, para mí solo era mi padre. Los recuerdos que tengo de él no son muchos y los pocos que tengo se van diluyendo con el tiempo, muchos de ellos son más un relato de los recuerdos de mi mamá, que algo propio, sin embargo, algo que sí recuerdo es su presencia, su alegría y su firmeza. Su firmeza en los regaños y castigos, algunas veces -muy contadas y casi siempre causa de alguna mentira- una nalgada bien puesta, cuando fue necesario; sobre todo, nos enseñaba a Kristo y a mí a ser personas de bien, una de sus frases preferidas era “primero el deber, luego el placer”. En lo que sí era intransigente era en la verdad, las calificaciones y en la oración. En mayo el rezo del Santo Rosario en familia, hincados al pie de su cama; las oraciones antes de cada comida; la misa de cada domingo y algunas veces nos pedía que le acompañáramos entre semana; aprendimos a cantar el Himno a Cristo Rey antes que a Cri-cri. En la escuela teníamos que dar el máximo, no importaba la nota, sino el esfuerzo, dar lo máximo siempre. Una vez nos dijo que nos iba a dar 5 pesos por cada 8, 9 o 10 que sacáramos en la escuela, yo llegué con una boleta de puros 8´s y 9´s y Cristo con calificaciones de 6 y 7, recuerdo que me enojé porque a él lo felicitó y a mí me dijo que podía dar más, que esas eran mis calificaciones normales y que no me había esforzado Nos enseñó que la obediencia es propositiva, no impositiva, es decir, podíamos decir “no estoy de acuerdo” pero con razones suficientes y con propuestas alternativas, y él tomaba en cuenta las dos cosas para dar su veredicto final, sin apelaciones esta vez. En cuanto a su presencia, era un padre realmente presente en casa. Recuerdo que algunas veces llegaba de trabajar y se acostaba en la alfombra de la sala a descansar la espalda y al final se volteaba boca abajo y me pedía caminar por su espalda como si fuera una especia de masaje -en ese entonces no había peligro de que le rompiera las vértebras-. Los fines de semana, que tenía que ir a los Altos de Jalisco a dar pláticas o ver a su gente, lo convertía en un día de paseo divertido para nosotros o nos cuidaba si mi mamá era quien tenía que estar en los postcongresos de la cívica. Si no había algún compromiso, se inventaba un día de campo o una salida con amigos a algún balneario, nos encantaba ir a Agua Caliente. Cuando mi mamá entró a la universidad, los trabajos en equipo los hacían en la casa, y mi papá se encargaba de que Cristo y yo no diéramos lata. Hacía un termo de café turco, muy, muy ligero, y nos preparaba un café con más azúcar que café mientras veíamos el “Chavo del ocho” o algún programa en la tele -fue quien me aficionó al café-, o conectaba el Atari, él jugaba futbol americano y nosotros uno de sumas y restas, bastante aburrido. Estaba presente para todos: iba a trabajar, tenía sus juntas en casa, salía una vez por semana con sus amigos a jugar cartas, se iba una vez por semana con mi mamá a cenar, jugaba con nosotros, tenía tiempo para tomarse vacaciones dos veces por año, como mínimo, una vez con nosotros y otra vez solos mi mamá y él. Hacía todo lo que tenía que hacer y hasta le sobraba tiempo. Por la alegría, qué puedo decir, tenía una libreta de chistes que siempre cargaba con él y la sacaba continuamente, ya sea para escribir nuevos chistes o para leer alguno que ya tenía escrito. Las bromas en casa, entre mis papás y con sus amigos, las risas eran de todos los días. Hasta para poner normas en casa sacaba algún chiste, por ejemplo, no nos podíamos levantar sin acabar la comida del plato, si decíamos que ya estábamos llenos, se paraba y nos hacía saltar tres veces para que se acomodara la comida y cupiera más. En sus días libres bajaba con su gorro de chef y su mandil a cocinar, dejaba la cocina muy, muy sucia y por lo mismo buscaba a alguien que fuera su pinche de cocina para limpiar, Cristo y yo salíamos corriendo de la casa en cuanto lo veíamos venir. Le gustaba inventar nuevos platillos de sabores raros, mezclaba lo dulce con lo salado y terminábamos comiendo frijoles con mermelada o arroz con higos, etc. En la cocina también demostraba lo testarudo, una vez se le metió la idea de hacer huevos estrellados en microondas, fueron necesarios muchos fines de semana y muchos cartones de huevo para que se diera cuenta que no era posible (hablamos de 1980). Tenía sus defectos, como todos, era un poco despistado algunas veces, tanto que me olvidó dos veces, una en Plaza del Sol y otra en el centro de uno de los pueblos de los Altos, mi mamá fue por mí las dos veces. No le importaba la ropa, mi mamá era la que tenía que fijarse en su guardarropa y tirar lo viejo y roto porque él se lo seguía poniendo. En fin, tantas cosas que decir en tan poco tiempo y espacio, agradezco a Dios que me haya dado unos padres así, porque no se puede hablar de mi padre sin hablar de mi madre, eran uno. Y aunque no agradezco que se lo haya llevado tan pronto, a él y a mi hermano, me quedan el recuerdo, la enseñanza y el orgullo de ser hija de Jorge Kalfópulos y Amparo Cuéllar, que son mi ejemplo de vida y algunas veces mi motor.”